domingo, 20 de febrero de 2011

¿Se acuerdan del otro día?

Don Buena Fortuna, 

¡Muy buenas noches! Un placer volver a leerte, tan altivo y arrogante como antaño. ¡Don Buena Fortuna, sabrá usted entenderme hoy! Los altibajos de las lluvias que lo agarran a uno, medio desprolijo, claro.  Y uno que antes leía a Piglia y se admiraba porque creía entender que el mundo era algo más complejo que la mecánica cuántica para después caer en la cuenta que no es mucho más compleja que una rueda para corran los ratones. La vida es correr en un punto fijo. Esa fue la clave que no descubrió Arquímedes. Debería de haberse ajustado los pantalones y sentarse a reflexionar. Hubiese encontrado la fijes de la vida. Si se me permite la expresión, Don. 

Don Buena Fortuna, créame usted que hoy volvía caminando. Los zapatos hacían un ruido tremendo, y con el clap clap del agua que saltaba de los costados del refugio de cuero, las ideas se me iban aclarando. De repente, ¡Zas!, sentí el tango. Me vino cual epifanía. Si, si, lo sé Don, sé que a usted esas cosas no le caen muy bien. Después de todo, ¿qué viene a ser esa cosa, no? ¿El tango? ¡Ah! ¡No me diga que no extraña Buenos Aires! Yo sé que sí. ¿Todavía escucha usted a Piazzolla? ¡Tremendos disco, no me diga que no!

Si, Don, como le decía: ¡Hoy entendí el Tango! El peso cayó todo una, fue como si se me hubiese venido una pared encima, ¿Me explico? Los cuentos de Cortázar, algo del ridículo. Pero nosotros tenemos que tener desenlaces ridículos. Sino, dicen los que saben, no habría Literatura. 

¡Qué ridículo no! Digo, plantear el fin de la Literatura. Pero allá ellos. ¿Se acuerda de las viejas palabras? Yo recuerdo que usted usaba muchas, no me malinterprete, sé que es joven... Pero oiga, que parecían sacadas de un costurero de abuela. 

Don Buena Fortuna, siempre discutiendo sobre la familia. ¡Dígame si hoy no estuvo lindo hablar con sus padres, escuchar a su hermano! ¿O me va a decir que no se me alegró cuando los escucho? Sí, que me parta un rayo, si yo estoy mintiendo. 

Sabrá entender, nosotros venimos de otro lado. Los charcos hacen más ruidos, las calles tiene faroles como los que tiene usted en el dibujito. Y, a la noche, sabe... todavía hay luz. Una cosa inexplicable. Quizás sea porque no va  a existir nunca mejor literatura que esa que se cuenta con los amigos, entre un plato de fideos con salsa traída de casas ajenas. Quizás sea porque, por las tardes, uno extraña a los amigos también. A uno le pesa las distancias, igual que a todos viejo. Quizás sea porque familia es todo aquello que te hace sentir cómodo. O en casa. 

Familia es nuestro mundo Don, sólo que todavía no nos reconocimos como hermanos. 

¡Hasta la próxima Don Buena Fortuna! Vaya a leer a usted que le divierte tanto las tildes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario